No quiero saber ti
Dentro de poco va a hacer un año desde que decidí dejar de saber de ti. Te dejé en un rincón de mi cabeza y ahí quiero que te quedes. Tan solo supe de ti a lo largo de este año en contadas ocasiones: una de ellas nuestros respectivos cumpleaños. Y poco más. Y nada más. No quiero más de ti. Estoy mejor así. Aunque haya días en que la nostalgia se encadene a mi memoria. A veces tengo la tentación de hablarte pero me freno cuando pienso que no te has interesado por mí en 365 días, que se dice pronto. He sabido sobrevivir a ti, y me siento orgullosa de ello. Pero, de lo que más orgullosa me siento es de haberme dado cuenta de que no me aportabas nada, de que solo me restabas. De que di por ti lo que hasta hoy no he dado por nadie y me jode y me siento rara. Me da coraje. Porque no me has dado nada. Porque yo casi me jugué una amistad por ti, y sin el casi. Y por poco pierdo. Pero, por suerte, más que perder he ganado porque esa amistad se ha visto reforzada, y me atrevería a decir, que no solo para mí, sino también para la otra persona por la que esa amistad se compone.
Me arrepiento. No de haberte conocido, pero sí de haberte dado lo más valioso que una persona puede darle a otra (sea el tipo de relación que sea): tiempo. Me arrepiento de haberte puesto por delante de esa amistad, de no haberme dado cuenta en su día de quién me demostraba tanto en tan poco. De haberme involucrado en una relación, incluso de haberme posicionado. A tu favor. Por ti. Cuando en realidad hoy día sé que tú jamás has apostado por mí. Y la otra parte de esa amistad sí, a su manera, pero siempre siempre ha estado ahí. Me arrepiento porque a veces pienso que todo que viví contigo fue una falacia. Que fue un mal sueño. Que en verdad, nunca llegamos a conocernos.
No te deseo ningún mal, es más, te deseo toda la suerte del mundo. La vas a necesitar. Solo deseo no volver a saber de ti más. Pero deseo, sobretodo, no recordarte.